vendredi 30 mai 2014

26 de mayo

ENTRE EL HEROÍSMO Y LA INFAMIA

 Foto: ENTRE EL HEROÍSMO Y LA INFAMIA
Perseguido por el enemigo que se estacionaba en Tarma, el 26 de mayo de 1883, un día como hoy hace 131 años, el general Andrés Avelino Cáceres pronunciaba ante sus soldados y guerrilleros, reunidos en Cerro de Pasco, una vibrante proclama en la que los exhortaba a luchar “hasta el último sacrificio”, denunciando de paso a los traidores:
"Soldados:
Hace cuatro años que defendemos no sólo el honor y la integridad del Perú y Bolivia, sino los principios sobre los que descansa la organización política de los estados americanos contra la insaciable ambición de un enemigo salvaje que en su ceguedad ha resuelto el aniquilamiento de nuestra patria.
Los memorables combates de Pucará, Marcavalle y Concepción, donde humillásteis el pabellón enemigo, son una prueba de vuestro heroico valor y demuestran que el Perú cuenta con defensores decididos y patriotas resueltos a reivindicar su honra hasta el último sacrificio…
Vuestros sacrificios no serán estériles. Continuad obedientes a vuestros dignos y denodados jefes, que yo os prometo nuevas victorias en nombre de la independencia del Perú y de los derechos de la América. Debéis estar orgullosos porque vosotros sois el sostén de la República y la esperanza de su regeneración...
Os lo ofrece vuestro general y amigo.
Andrés Avelino Cáceres”.

Poco después el enemigo salía de Tarma, avanzando por por Acobamba y Picoy, para acampar en Palcamayo el 27 de mayo. En vanguardia marchaba Luis Milón Duarte, principal secuaz del traidor Miguel Iglesias, abocado a la infame misión de preparar el recibimiento de los invasores en los pueblos de la ruta: 
"Desde que salimos de Tarma -relataría un soldado chileno-, siempre el coronel Duarte mandaba un propio adelante hasta donde debíamos alojar, para que el gobernador del pueblo tuviese leña y demás para el rancho de la tropa, pues sin este requisito tal vez habríamos tenido que ayunar en más de una ocasión, porque el combustible es tan escaso como el oro". (Carta de un anónimo soldado, fechada en San Pedro de Casma el 12 de julio de 1883 y publicada por el chileno Pascual Ahumada Moreno, en el t. VIII, pp. 194-197, de su famosa “Recopilación de Documentos Inéditos”).

El 28 de mayo Cáceres anunció la reanudación de la marcha, apresurando el acopio de mantas y otros abrigos “tan necesarias para esa larga marcha por punas y cordilleras”. El 29 de mayo, soportando un intenso frío, salió de Cerro de Pasco la hueste patriota, instalando campamento en Malaochaca, cerca de Cajamarquilla, "lugar escaso de recursos, donde se durmió mal y se comió peor".
Cáceres encabezó el avance de Malaochaca a Huariaca, localidad que alcanzó en la mañana del 30. Almorzó en casa de doña María Bahamonde, mientras la tropa consumía el rancho en la plaza principal. Pasado el mediodía ordenó el fusilamiento de dos chilenos y un espía. Y al empezar la tarde ordenó reemprender la marcha, para llegar a San Rafael casi al caer la noche. 

Marchaban el Ejército de La Breña camino a Huánuco, en la penosa retirada al Norte. Lizandro de la Puente, como si viera a sus camaradas camino del sacrificio, recordó aquella jornada con estas líneas conmovedoras: 
“¿No veis aquel grupo de valientes que, trasmontando las eternas nieves de la gigantesca cordillera, dejando atrás los campos, recorriendo las heladas punas, marcha en busca del implacable enemigo de la Patria? ¿Quiénes son ésos para los cuales, las penalidades y las fatigas solo alcanzan a despertar el patriotismo y avivar el entusiasmo que les alienta? ...  Esos son los que, guiados por la generosa espada del vencedor de Tarapacá, no temen la muerte y van con la conciencia tranquila y el ánimo resuelto, a arrancar desde el siniestro fondo de las desventuras nacionales, un laurel inmortal para ceñirlo en la nublada frente de su Patria. Ésos son los que días después debían encontrar una tumba en las llanuras de Huamachuco, tumba bendita que desafiará las rudas tempestades del mañana y se levantará ante la posteridad como el inmenso pedestal de la gloria y del infortunio del Perú”.

Perseguido por el enemigo que se estacionaba en Tarma, el 26 de mayo de 1883, un día como hoy hace 131 años, el general Andrés Avelino Cáceres pronunciaba ante sus soldados y guerrilleros, reunidos en Cerro de Pasco, una vibrante proclama en la que los exhortaba a luchar “hasta el último sacrificio”, denunciando de paso a los traidores:
"Soldados:
Hace cuatro años que defendemos no sólo el honor y la integridad del Perú y Bolivia, sino los principios sobre los que descansa la organización política de los estados americanos contra la insaciable ambición de un enemigo salvaje que en su ceguedad ha resuelto el aniquilamiento de nuestra patria.
Los memorables combates de Pucará, Marcavalle y Concepción, donde humillásteis el pabellón enemigo, son una prueba de vuestro heroico valor y demuestran que el Perú cuenta con defensores decididos y patriotas resueltos a reivindicar su honra hasta el último sacrificio…
Vuestros sacrificios no serán estériles. Continuad obedientes a vuestros dignos y denodados jefes, que yo os prometo nuevas victorias en nombre de la independencia del Perú y de los derechos de la América. Debéis estar orgullosos porque vosotros sois el sostén de la República y la esperanza de su regeneración...
Os lo ofrece vuestro general y amigo.
Andrés Avelino Cáceres”.

Poco después el enemigo salía de Tarma, avanzando por por Acobamba y Picoy, para acampar en Palcamayo el 27 de mayo. En vanguardia marchaba Luis Milón Duarte, principal secuaz del traidor Miguel Iglesias, abocado a la infame misión de preparar el recibimiento de los invasores en los pueblos de la ruta:
"Desde que salimos de Tarma -relataría un soldado chileno-, siempre el coronel Duarte mandaba un propio adelante hasta donde debíamos alojar, para que el gobernador del pueblo tuviese leña y demás para el rancho de la tropa, pues sin este requisito tal vez habríamos tenido que ayunar en más de una ocasión, porque el combustible es tan escaso como el oro". (Carta de un anónimo soldado, fechada en San Pedro de Casma el 12 de julio de 1883 y publicada por el chileno Pascual Ahumada Moreno, en el t. VIII, pp. 194-197, de su famosa “Recopilación de Documentos Inéditos”).

El 28 de mayo Cáceres anunció la reanudación de la marcha, apresurando el acopio de mantas y otros abrigos “tan necesarias para esa larga marcha por punas y cordilleras”. El 29 de mayo, soportando un intenso frío, salió de Cerro de Pasco la hueste patriota, instalando campamento en Malaochaca, cerca de Cajamarquilla, "lugar escaso de recursos, donde se durmió mal y se comió peor".
Cáceres encabezó el avance de Malaochaca a Huariaca, localidad que alcanzó en la mañana del 30. Almorzó en casa de doña María Bahamonde, mientras la tropa consumía el rancho en la plaza principal. Pasado el mediodía ordenó el fusilamiento de dos chilenos y un espía. Y al empezar la tarde ordenó reemprender la marcha, para llegar a San Rafael casi al caer la noche.

Marchaban el Ejército de La Breña camino a Huánuco, en la penosa retirada al Norte. Lizandro de la Puente, como si viera a sus camaradas camino del sacrificio, recordó aquella jornada con estas líneas conmovedoras:
“¿No veis aquel grupo de valientes que, trasmontando las eternas nieves de la gigantesca cordillera, dejando atrás los campos, recorriendo las heladas punas, marcha en busca del implacable enemigo de la Patria? ¿Quiénes son ésos para los cuales, las penalidades y las fatigas solo alcanzan a despertar el patriotismo y avivar el entusiasmo que les alienta? ... Esos son los que, guiados por la generosa espada del vencedor de Tarapacá, no temen la muerte y van con la conciencia tranquila y el ánimo resuelto, a arrancar desde el siniestro fondo de las desventuras nacionales, un laurel inmortal para ceñirlo en la nublada frente de su Patria. Ésos son los que días después debían encontrar una tumba en las llanuras de Huamachuco, tumba bendita que desafiará las rudas tempestades del mañana y se levantará ante la posteridad como el inmenso pedestal de la gloria y del infortunio del Perú”.

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