vendredi 30 mai 2014

29 de Mayo:


¿POR QUÉ NO VOLÓ ARICA?: EL ASUNTO ELMORE

 

Foto: ¿POR QUÉ  NO VOLÓ ARICA?: EL ASUNTO ELMORE
Un día como hoy hace 134 años, el 29 de mayo de 1880, empezaron a producirse encuentros de avanzadas en la sitiada Plaza de Arica. El primero se dio en Chacalluta, entre el escuadrón “Lluta” y un pelotón del regimiento “Carabineros de Yungay”. Advirtieron los peruanos que el desplazamiento enemigo pretendía el contacto con los buques que bloqueaban el puerto; y para obstaculizarles ese movimiento Bolognesi encargó al ingeniero Elmore accionar las minas. Falló Elmore en esa misión, pues las explosiones solo produjeron tres heridos en un grupo numeroso que escogió como blanco. No pudo eludir entonces la persecución chilena y al capturado poco faltó para que fuese fusilado sin contemplaciones. Para su suerte, -o para su desgracia por las sospechas que luego motivó su conducta- un oficial enemigo le salvó la vida, al escucharlo decir que era el ingeniero encargado de las minas, y lo condujo ante el jefe chileno Bulnes, para que ampliase sus declaraciones.
Posteriormente, jefes militares e historiadores chilenos asumirían la defensa de Elmore, repitiendo que el prisionero no proporcionó los valiosos informes que se le solicitó. Pero Gonzalo Bulnes, discrepando con la mayoría, señaló que con la prisión de Elmore “el plano de las minas y de las conexiones eléctricas cayó en poder de los chilenos”. De cualquier forma, lo cierto es que el enemigo tuvo acceso al famoso plano; y gracias a ello, en los siguientes días sus infiltrados lograron cortar los alambres de la temida red eléctrica. Al parecer, ése fue el motivo por el cual los jefes chilenos retrasaron el asalto de Arica que en un principio habían proyectado para el 3 de junio. Luego, avanzarían sobre seguro.

PARLAMENTARIO DE LOS CHILENOS
Elmore, sin ser forzado, actuó después como parlamentario de los chilenos, aconsejando a los de Bolognesi “la rendición”. Fue recibido fríamente por los que hasta hace poco lo habían tenido por camarada y la respuesta fue una cortante negativa. Pudo entonces quedarse con los peruanos, y su intervención en la defensa de la plaza, dada su calidad profesional, hubiese resultado valiosa. Pero por un absurdo prurito –que por citar un caso burló a su tiempo Leoncio Prado-, Elmore prefirió retornar al campamento chileno, aduciendo que había dado su palabra de no huir. Y, lo que es más, Lagos, admirado de su retorno, lo dejó en libertad, cuando el asalto ya estaba en progresión. Y en vez de aprovecharse de ella, Elmore, en la noche del 6 al 7 de junio, insistió en mantenerse prisionero, “no aceptando la gracia por creerla deprimente”, según cita textualmente el historiador Gerardo Vargas.
Así, desde la posición enemiga, Elmore pudo observar la hecatombe, reconociendo en carta a su madre que, de alguna forma, había sido responsable de tal desgracia: “Le aseguro, querida madre, que hubiera querido mil veces seguir la suerte de mis compañeros a haber presenciado desde aquí la violencia del combate en el que buena falta he hecho. La defensa estaba preparada con una red de minas que no se ha hecho estallar; los polvorazos y las santabárbaras tenían sus mechas; los cañones sus cargas, para destruirlas, etc., etc…., y solo un polvorazo y unos cuantos cañones han sido reventados, lo que a buen seguro no hubiera sucedido estando yo adentro, pues ésa hubiera sido mi misión durante el combate”.
El jefe chileno Lagos le dio la oportunidad a Elmore para acompañar a los héroes de Arica en su sacrificio, pero él la desechó. Según el corresponsal de “El Nacional” de Lima, Bolognesi, viéndolo todo perdido, se dirigió al sitio donde se tenía el artefacto para la explosión de todas las minas: “quiso dar fuego a una, y luego a otra y otra, sin que ninguna reventara, hasta que, convencido de que no debía contarse con ellas, exclamó colérico: ¡Estamos perdidos!”. Y todavía más contundente fue el historiador según el cual Bolognesi, en la hora suprema, “intentó hacer explotar personalmente las minas de Elmore, y no pudiendo dar fuego a ninguna de ellas, exclamó indignado: ¡Traición!”.

CHOCANO DENUNCIA A LA “GENERACIÓN DE CUCARACHAS BROTADAS EN EL ESTERCOLERO DE LA OLIGARQUÍA CIVILISTA”
Lo sucedido con Elmore en Arica dio que hablar durante mucho tiempo. Y tuvo terribles consecuencias a partir de la carta que José Santos Chocano escribió al hijo del ingeniero de Arica, protestando por los insultos que éste le endilgara públicamente. Esa carta, escrita en términos que solo podían conducir a un trágico desenlace, que además anunció Chocano, decía a la letra: 
Ciudad, 31 de octubre de 1925.
Edwin Elmore.
E. P. M. (En propias manos)
Desgraciado joven:
Aunque no tiene usted la culpa de haber sido engendrado por un traidor a su patria, tengo el derecho de creer que los chilenos han pagado a usted para insultarme, como pagaron a su padre para que denunciara las minas que defendieron el Morro de Arica. Si a todos los peruanos les es esto familiar, a mí especialmente por mi condición de autor de «La Epopeya del Morro». Vive usted ahora del dinero que le produjo al padre suyo la infamia que cometió, y de él se vale para hacer «paseítos» en busca del artificio de un prestigio de «corre-ve-y-dile» de afectísimos explotadores y fraternidades imposibles entre verdugos y víctimas, como Chile y el Perú.
Fue usted uno de los primeros en venir a adularme en cuanto volví al Perú. Hasta se propuso poner en práctica fórmula que redactó, que me consultó y que nadie aceptó, porque sus mismos compañeros lo tenían en ridículo, con excepción de quien como el amariconado Beltroy –otro adulador mío– es más ridículo todavía si cabe.
Pequeños farsantes todos ustedes. ¡Generación de cucarachas brotadas en el estercolero de la oligarquía civilista! El jefe –el paparruchero y charlatán Belaunde–, hijo de un defraudador de la Hacienda Pública. Usted, hijo de un traidor a su patria. El Beltroy, hijo de padres desconocidos, representan ustedes la hez de los intelectualizantes de este país, que necesitaría tener para una semana en el Gobierno no a una amable persona, sino a un Hombre, justiciero como yo, que acabaría sin piedad con la «raza de víboras» que sienten en sus venas correr el lodo en que se encharcaron sus padres.
Debe usted a Clemente Palma la vida, porque si sale publicado su articulejo de mayordomo o cochero de los que algún valor personal o intelectual siquiera tienen, le hubiese yo sin el menor reparo destapado los sesos, con la misma tranquilidad con que se aplasta una cucaracha metamorfoseada en alacrán. Ni usted ni nadie me conoce aquí todavía en la debida forma. ¡Ojalá me brindase usted, desgraciado joven, esa oportunidad!
Miserable y cobarde es el que como usted no sería capaz de dirigir y publicar esos insultos soeces al hombre que está en el Poder. Pregúntele usted, digno hijo del traidor de Arica, a la misma hija del Mariscal Cáceres (ante cuyo recuerdo me arrodillo hoy), como yo, si dirigía y publicaba insultos contra quien si debía yo respetar no tenía en cambio miedo; fenómeno animal que ha heredado usted también de su padre. Generación de simples charlatanes que son incapaces de hacer con Leguía –hombre civil– lo que hacíamos los Hombres de mi generación con un militar formidable como era el Héroe de la Breña.
Entienda usted que si no se apresura a escribirme dándome plena satisfacción, seré yo el que publique esta carta –cuya copia me reservo–, y cuando le encuentre le escupiré la cara, para que si osa levantarme la mano destaparle los sesos. ¡Un peruano por quien un Rey, diez Gobiernos y tres Congresos se interesan, [80] insultado por el hijo del traidor de Arica! Miserable. Como he aplastado a Vasconcelos te aplastaré a ti, si no te arrodillas a pedirme perdón. Yo para usted no podría ser sino su Patrón.
J. S. Chocano”.

EL TRASFONDO
A decir de Chocano, el famoso José Vasconcelos, en  México, se había mostrado partidario de que Tacna y Arica fuesen entregadas a Chile, "por creer a este país mejor preparado para la dirección y gobierno", según publicó por entonces la prensa. Edwin Elmore terció en la discusión defendiendo a Vasconcelos y atacó al poeta provocando que éste le respondiera de forma virulenta.  
“La Voz de Menorca”, el 25 de noviembre de 1925, publicó una nota con el título “Por qué mató Santos Chocano a Edwin Elmore”, consignando lo siguiente: “El artículo en que Chocano respondió a Vasconcelos se titulaba 'Apóstoles y farsantes', y aunque estaba concebido en duros términos, guardábanse las formas del decoro, lo mismo que en el del pedagogo mejicano. La polémica entre Elmore y el poeta derivó a lo personal e íntimo, y al hallarse ambos en la puerta de la casa donde 'El Comercio' tiene su redacción, Edwin Elmore se abalanzó sobre Chocano y le agredió a puñetazos. El poeta hizo un disparo de revólver sobre su agresor, quien recibió una herida en el vientre mortal de necesidad”
Vasconcelos, por su parte, negó rotundamente la acusación de Chocano, en carta que publicó “El Sol” de Madrid el 2 de diciembre de 1925, aunque admitió haber declarado que "prefería perder esas provincias (Tacna y Arica) a deberlas a un laudo de Washington":Un día como hoy hace 134 años, el 29 de mayo de 1880, empezaron a producirse encuentros de avanzadas en la sitiada Plaza de Arica. El primero se dio en Chacalluta, entre el escuadrón “Lluta” y un pelotón del regimiento “Carabineros de Yungay”. Advirtieron los peruanos que el desplazamiento enemigo pretendía el contacto con los buques que bloqueaban el puerto; y para obstaculizarles ese movimiento Bolognesi encargó al ingeniero Elmore accionar las minas. Falló Elmore en esa misión, pues las explosiones solo produjeron tres heridos en un grupo numeroso que escogió como blanco. No pudo eludir entonces la persecución chilena y al capturado poco faltó para que fuese fusilado sin contemplaciones. Para su suerte, -o para su desgracia por las sospechas que luego motivó su conducta- un oficial enemigo le salvó la vida, al escucharlo decir que era el ingeniero encargado de las minas, y lo condujo ante el jefe chileno Bulnes, para que ampliase sus declaraciones.
Posteriormente, jefes militares e historiadores chilenos asumirían la defensa de Elmore, repitiendo que el prisionero no proporcionó los valiosos informes que se le solicitó. Pero Gonzalo Bulnes, discrepando con la mayoría, señaló que con la prisión de Elmore “el plano de las minas y de las conexiones eléctricas cayó en poder de los chilenos”. De cualquier forma, lo cierto es que el enemigo tuvo acceso al famoso plano; y gracias a ello, en los siguientes días sus infiltrados lograron cortar los alambres de la temida red eléctrica. Al parecer, ése fue el motivo por el cual los jefes chilenos retrasaron el asalto de Arica que en un principio habían proyectado para el 3 de junio. Luego, avanzarían sobre seguro.

PARLAMENTARIO DE LOS CHILENOS
Elmore, sin ser forzado, actuó después como parlamentario de los chilenos, aconsejando a los de Bolognesi “la rendición”. Fue recibido fríamente por los que hasta hace poco lo habían tenido por camarada y la respuesta fue una cortante negativa. Pudo entonces quedarse con los peruanos, y su intervención en la defensa de la plaza, dada su calidad profesional, hubiese resultado valiosa. Pero por un absurdo prurito –que por citar un caso burló a su tiempo Leoncio Prado-, Elmore prefirió retornar al campamento chileno, aduciendo que había dado su palabra de no huir. Y, lo que es más, Lagos, admirado de su retorno, lo dejó en libertad, cuando el asalto ya estaba en progresión. Y en vez de aprovecharse de ella, Elmore, en la noche del 6 al 7 de junio, insistió en mantenerse prisionero, “no aceptando la gracia por creerla deprimente”, según cita textualmente el historiador Gerardo Vargas.
Así, desde la posición enemiga, Elmore pudo observar la hecatombe, reconociendo en carta a su madre que, de alguna forma, había sido responsable de tal desgracia: “Le aseguro, querida madre, que hubiera querido mil veces seguir la suerte de mis compañeros a haber presenciado desde aquí la violencia del combate en el que buena falta he hecho. La defensa estaba preparada con una red de minas que no se ha hecho estallar; los polvorazos y las santabárbaras tenían sus mechas; los cañones sus cargas, para destruirlas, etc., etc…., y solo un polvorazo y unos cuantos cañones han sido reventados, lo que a buen seguro no hubiera sucedido estando yo adentro, pues ésa hubiera sido mi misión durante el combate”.
El jefe chileno Lagos le dio la oportunidad a Elmore para acompañar a los héroes de Arica en su sacrificio, pero él la desechó. Según el corresponsal de “El Nacional” de Lima, Bolognesi, viéndolo todo perdido, se dirigió al sitio donde se tenía el artefacto para la explosión de todas las minas: “quiso dar fuego a una, y luego a otra y otra, sin que ninguna reventara, hasta que, convencido de que no debía contarse con ellas, exclamó colérico: ¡Estamos perdidos!”. Y todavía más contundente fue el historiador según el cual Bolognesi, en la hora suprema, “intentó hacer explotar personalmente las minas de Elmore, y no pudiendo dar fuego a ninguna de ellas, exclamó indignado: ¡Traición!”.

CHOCANO DENUNCIA A LA “GENERACIÓN DE CUCARACHAS BROTADAS EN EL ESTERCOLERO DE LA OLIGARQUÍA CIVILISTA”
Lo sucedido con Elmore en Arica dio que hablar durante mucho tiempo. Y tuvo terribles consecuencias a partir de la carta que José Santos Chocano escribió al hijo del ingeniero de Arica, protestando por los insultos que éste le endilgara públicamente. Esa carta, escrita en términos que solo podían conducir a un trágico desenlace, que además anunció Chocano, decía a la letra:
Ciudad, 31 de octubre de 1925.
Edwin Elmore.
E. P. M. (En propias manos)
Desgraciado joven:
Aunque no tiene usted la culpa de haber sido engendrado por un traidor a su patria, tengo el derecho de creer que los chilenos han pagado a usted para insultarme, como pagaron a su padre para que denunciara las minas que defendieron el Morro de Arica. Si a todos los peruanos les es esto familiar, a mí especialmente por mi condición de autor de «La Epopeya del Morro». Vive usted ahora del dinero que le produjo al padre suyo la infamia que cometió, y de él se vale para hacer «paseítos» en busca del artificio de un prestigio de «corre-ve-y-dile» de afectísimos explotadores y fraternidades imposibles entre verdugos y víctimas, como Chile y el Perú.
Fue usted uno de los primeros en venir a adularme en cuanto volví al Perú. Hasta se propuso poner en práctica fórmula que redactó, que me consultó y que nadie aceptó, porque sus mismos compañeros lo tenían en ridículo, con excepción de quien como el amariconado Beltroy –otro adulador mío– es más ridículo todavía si cabe.
Pequeños farsantes todos ustedes. ¡Generación de cucarachas brotadas en el estercolero de la oligarquía civilista! El jefe –el paparruchero y charlatán Belaunde–, hijo de un defraudador de la Hacienda Pública. Usted, hijo de un traidor a su patria. El Beltroy, hijo de padres desconocidos, representan ustedes la hez de los intelectualizantes de este país, que necesitaría tener para una semana en el Gobierno no a una amable persona, sino a un Hombre, justiciero como yo, que acabaría sin piedad con la «raza de víboras» que sienten en sus venas correr el lodo en que se encharcaron sus padres.
Debe usted a Clemente Palma la vida, porque si sale publicado su articulejo de mayordomo o cochero de los que algún valor personal o intelectual siquiera tienen, le hubiese yo sin el menor reparo destapado los sesos, con la misma tranquilidad con que se aplasta una cucaracha metamorfoseada en alacrán. Ni usted ni nadie me conoce aquí todavía en la debida forma. ¡Ojalá me brindase usted, desgraciado joven, esa oportunidad!
Miserable y cobarde es el que como usted no sería capaz de dirigir y publicar esos insultos soeces al hombre que está en el Poder. Pregúntele usted, digno hijo del traidor de Arica, a la misma hija del Mariscal Cáceres (ante cuyo recuerdo me arrodillo hoy), como yo, si dirigía y publicaba insultos contra quien si debía yo respetar no tenía en cambio miedo; fenómeno animal que ha heredado usted también de su padre. Generación de simples charlatanes que son incapaces de hacer con Leguía –hombre civil– lo que hacíamos los Hombres de mi generación con un militar formidable como era el Héroe de la Breña.
Entienda usted que si no se apresura a escribirme dándome plena satisfacción, seré yo el que publique esta carta –cuya copia me reservo–, y cuando le encuentre le escupiré la cara, para que si osa levantarme la mano destaparle los sesos. ¡Un peruano por quien un Rey, diez Gobiernos y tres Congresos se interesan, [80] insultado por el hijo del traidor de Arica! Miserable. Como he aplastado a Vasconcelos te aplastaré a ti, si no te arrodillas a pedirme perdón. Yo para usted no podría ser sino su Patrón.
J. S. Chocano”.

EL TRASFONDO
A decir de Chocano, el famoso José Vasconcelos, en México, se había mostrado partidario de que Tacna y Arica fuesen entregadas a Chile, "por creer a este país mejor preparado para la dirección y gobierno", según publicó por entonces la prensa. Edwin Elmore terció en la discusión defendiendo a Vasconcelos y atacó al poeta provocando que éste le respondiera de forma virulenta.
“La Voz de Menorca”, el 25 de noviembre de 1925, publicó una nota con el título “Por qué mató Santos Chocano a Edwin Elmore”, consignando lo siguiente: “El artículo en que Chocano respondió a Vasconcelos se titulaba 'Apóstoles y farsantes', y aunque estaba concebido en duros términos, guardábanse las formas del decoro, lo mismo que en el del pedagogo mejicano. La polémica entre Elmore y el poeta derivó a lo personal e íntimo, y al hallarse ambos en la puerta de la casa donde 'El Comercio' tiene su redacción, Edwin Elmore se abalanzó sobre Chocano y le agredió a puñetazos. El poeta hizo un disparo de revólver sobre su agresor, quien recibió una herida en el vientre mortal de necesidad”
Vasconcelos, por su parte, negó rotundamente la acusación de Chocano, en carta que publicó “El Sol” de Madrid el 2 de diciembre de 1925, aunque admitió haber declarado que "prefería perder esas provincias (Tacna y Arica) a deberlas a un laudo de Washington":

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