vendredi 13 juin 2014

13 de Junio

EL CÓNDOR DE LOS ALPES

EL CÓNDOR DE LOS ALPES
El 13 de junio de 1887, un día como hoy hace 127 años, nació en París Jorge Chávez Dartnell, hijo del matrimonio conformado por Manuel Gaspar Chávez Moreyra y María Rosa Dartnell y Guisse. Como tal, fue inscrito en el consulado peruano de la Ciudad Luz y aunque no pudo conocer el Perú proclamaría su peruanidad siempre, a lo largo de su corta pero brillante vida. Jorge Chávez brilla con luz propia entre los pioneros de la aviación  mundial, al lado de Santos Dumont del Brasil, Blériot de Francia y los hermanos Wright de los Estados Unidos de Norteamérica. Su histórica hazaña de trasponer los Alpes, en una máquina todavía rudimentaria y en los albores de la aviación, señaló el camino a los aviadores de hoy y marcó el derrotero a los hombres que dedican su vida a la conquista del espacio para beneficio de la humanidad.
Jorge Chávez a todos nos representa, porque llegó más alto y porque fijó como un símbolo el bicolor peruano en las cumbres alpinas. En él rimaron con insólita serenidad el valor consciente y la preclara inteligencia, dables sólo a un espíritu selecto como el suyo. Jorge Chávez llevaba en su corazón a la patria lejana, al Perú que soñaba en sus delirios de gloria y atesoraba en lo más recóndito de su ser. Decía que la aviación llevaría el progreso a su patria; y por eso pintó con grandes caracteres la palabra PERÚ en las alas o la hélice de su aeroplano. 
Los que estuvieron con él en Europa, contemplando de cerca sus hazañas, atestiguaron con íntima emoción que entre los recintos que guardaban los aeroplanos de los más célebres aviadores había uno que lucía alegre al soplo de los vientos la bandera peruana: era el recinto de Jorge Chávez. Y esa enseña querida la supo él levantar más allá de las nubes, repitiendo el lema que hizo inmortal: “Arriba, siempre arriba, hasta las estrellas”.
Sobre el patriotismo de Chávez, la prensa europea publicó por entonces el testimonio de Mr. Marlaci, quien recordó la manera cómo lo conoció en Londres: "Fue a fines del pasado mes de agosto (de 1910). Entraba yo a la legación del Perú cuando en esos mismos momentos salía un joven alto, pálido, de continente altivo y elegantemente vestido. Había tal atracción en su persona, tanta bondad en su mirada centelleante, y tal dulzura en la imperceptible sonrisa que dibujaban sus labios, que, sin quererlo, impulsado por uno de esos movimientos rápidos e irresistibles de la simpatía, lo saludé con un saludo de afecto y casi de respeto. Eduardo Leguía, el secretario de la legación, me dijo luego el nombre de ese desconocido para mí. Era Jorge Chávez, el aviador peruano que acababa de llegar triunfante a Londres, después de haber batido el récord de altura en Blackpool, llenando de admiración a los mismos ingleses, que rarísimas veces suelen exteriorizar sus admiraciones por los extraños. Su primera visita había sido para la legación de su patria, esa patria que él no conocía, pero que amaba con amor puro, amor que sólo son capaces de sentir las almas generosas y heroicas”.

El 13 de junio de 1887, un día como hoy hace 127 años, nació en París Jorge Chávez Dartnell, hijo del matrimonio conformado por Manuel Gaspar Chávez Moreyra y María Rosa Dartnell y Guisse. Como tal, fue inscrito en el consulado peruano de la Ciudad Luz y aunque no pudo conocer el Perú proclamaría su peruanidad siempre, a lo largo de su corta pero brillante vida. Jorge Chávez brilla con luz propia entre los pioneros de la aviación mundial, al lado de Santos Dumont del Brasil, Blériot de Francia y los hermanos Wright de los Estados Unidos de Norteamérica. Su histórica hazaña de trasponer los Alpes, en una máquina todavía rudimentaria y en los albores de la aviación, señaló el camino a los aviadores de hoy y marcó el derrotero a los hombres que dedican su vida a la conquista del espacio para beneficio de la humanidad.
Jorge Chávez a todos nos representa, porque llegó más alto y porque fijó como un símbolo el bicolor peruano en las cumbres alpinas. En él rimaron con insólita serenidad el valor consciente y la preclara inteligencia, dables sólo a un espíritu selecto como el suyo. Jorge Chávez llevaba en su corazón a la patria lejana, al Perú que soñaba en sus delirios de gloria y atesoraba en lo más recóndito de su ser. Decía que la aviación llevaría el progreso a su patria; y por eso pintó con grandes caracteres la palabra PERÚ en las alas o la hélice de su aeroplano.
Los que estuvieron con él en Europa, contemplando de cerca sus hazañas, atestiguaron con íntima emoción que entre los recintos que guardaban los aeroplanos de los más célebres aviadores había uno que lucía alegre al soplo de los vientos la bandera peruana: era el recinto de Jorge Chávez. Y esa enseña querida la supo él levantar más allá de las nubes, repitiendo el lema que hizo inmortal: “Arriba, siempre arriba, hasta las estrellas”.
Sobre el patriotismo de Chávez, la prensa europea publicó por entonces el testimonio de Mr. Marlaci, quien recordó la manera cómo lo conoció en Londres: "Fue a fines del pasado mes de agosto (de 1910). Entraba yo a la legación del Perú cuando en esos mismos momentos salía un joven alto, pálido, de continente altivo y elegantemente vestido. Había tal atracción en su persona, tanta bondad en su mirada centelleante, y tal dulzura en la imperceptible sonrisa que dibujaban sus labios, que, sin quererlo, impulsado por uno de esos movimientos rápidos e irresistibles de la simpatía, lo saludé con un saludo de afecto y casi de respeto. Eduardo Leguía, el secretario de la legación, me dijo luego el nombre de ese desconocido para mí. Era Jorge Chávez, el aviador peruano que acababa de llegar triunfante a Londres, después de haber batido el récord de altura en Blackpool, llenando de admiración a los mismos ingleses, que rarísimas veces suelen exteriorizar sus admiraciones por los extraños. Su primera visita había sido para la legación de su patria, esa patria que él no conocía, pero que amaba con amor puro, amor que sólo son capaces de sentir las almas generosas y heroicas”.

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