samedi 14 juin 2014

14 de Junio

 LOS CHILENOS PROFANARON DE MANERA ESPANTOSA EL CADÁVER DEL HEROICO CORONEL BOLOGNESI

LOS CHILENOS PROFANARON DE MANERA ESPANTOSA EL CADÁVER DEL HEROICO CORONEL BOLOGNESI
Un día como hoy hace 134 años, el 14 de junio de 1880, solo una semana después de la hecatombe de Arica, Gustavo Rodríguez, corresponsal del diario limeño “El Nacional”, remitiría una valiosa correspondencia sobre la batalla de la que fue protagonista y testigo, describiendo así sus momentos culminantes:
“La resistencia se había organizado ahí (en el Morro) de un modo desesperado... muerto el coronel Inclán, Arias y Arangüez y herido Varela, Blondel había quedado al mando de los restos... El éxito no era dudoso; dueños de las primeras trincheras, ¡ríndanse! gritaban los chilenos, y Bolognesi, el heroico viejecito, aún tenía la suficiente voz  para dejar oír su contestación sublime de: ‘¡No!... ¡Sobre mi cadáver!’. Una bala le destrozó el cráneo... Blondel, después de arrancar la bandera chilena que había sido puesta en el Morro, se precipitó hacia el mar, siguiendo el ejemplo del valiente, del denodado Ugarte. Momentos antes había muerto también el heroico Zavala a la cabeza de los pocos que quedaron de su batallón. Todo había concluido a las 8 a.m.; decimos mal: habían concluido esas escenas sublimes de heroísmo que nuestra historia y la del mundo guardarán siempre”.
Respecto a lo que sucedió con Bolognesi, el testimonio de Roque Sáenz Peña es singular. Como se sabe, este valiente argentino cayó herido en el Morro y solo se salvó de ser repasado porque un oficial chileno lo reconoció como extranjero y lo condujo prisionero a la ciudad de Arica. Fue entonces que pudo ver el cadáver de su heroico jefe profanado ya por los chilenos, con su cabeza destrozada sobre una piedra y sus sesos desparramados.  Escena de indescriptible horror que no se borró jamás de la memoria de Roque Sáenz Peña, según consignó su biógrafo Felipe Barreda Laos, de quien copiamos estas líneas condenatorias:
“En el trayecto, según el mismo (Sáenz Peña) se encargó de relatar después, experimentó una emoción terrible al pasar junto al cadáver del coronel Bolognesi, profanado por la soldadesca chilena, despojado de su casaca y de sus botas, con los ojos abiertos, el cráneo destrozado y la masa cerebral esparcida sobre la piedra con que había chocado su cabeza”. 
Imaginando ese episodio, ¿habrá peruano digno que justifique el “borrón y cuenta nueva” que se pretende hacer con la historia?





















Un día como hoy hace 134 años, el 14 de junio de 1880, solo una semana después de la hecatombe de Arica, Gustavo Rodríguez, corresponsal del diario limeño “El Nacional”, remitiría una valiosa correspondencia sobre la batalla de la que fue protagonista y testigo, describiendo así sus momentos culminantes:
“La resistencia se había organizado ahí (en el Morro) de un modo desesperado... muerto el coronel Inclán, Arias y Arangüez y herido Varela, Blondel había quedado al mando de los restos... El éxito no era dudoso; dueños de las primeras trincheras, ¡ríndanse! gritaban los chilenos, y Bolognesi, el heroico viejecito, aún tenía la suficiente voz para dejar oír su contestación sublime de: ‘¡No!... ¡Sobre mi cadáver!’. Una bala le destrozó el cráneo... Blondel, después de arrancar la bandera chilena que había sido puesta en el Morro, se precipitó hacia el mar, siguiendo el ejemplo del valiente, del denodado Ugarte. Momentos antes había muerto también el heroico Zavala a la cabeza de los pocos que quedaron de su batallón. Todo había concluido a las 8 a.m.; decimos mal: habían concluido esas escenas sublimes de heroísmo que nuestra historia y la del mundo guardarán siempre”.
Respecto a lo que sucedió con Bolognesi, el testimonio de Roque Sáenz Peña es singular. Como se sabe, este valiente argentino cayó herido en el Morro y solo se salvó de ser repasado porque un oficial chileno lo reconoció como extranjero y lo condujo prisionero a la ciudad de Arica. Fue entonces que pudo ver el cadáver de su heroico jefe profanado ya por los chilenos, con su cabeza destrozada sobre una piedra y sus sesos desparramados. Escena de indescriptible horror que no se borró jamás de la memoria de Roque Sáenz Peña, según consignó su biógrafo Felipe Barreda Laos, de quien copiamos estas líneas condenatorias:
“En el trayecto, según el mismo (Sáenz Peña) se encargó de relatar después, experimentó una emoción terrible al pasar junto al cadáver del coronel Bolognesi, profanado por la soldadesca chilena, despojado de su casaca y de sus botas, con los ojos abiertos, el cráneo destrozado y la masa cerebral esparcida sobre la piedra con que había chocado su cabeza”.
Imaginando ese episodio, ¿habrá peruano digno que justifique el “borrón y cuenta nueva” que se pretende hacer con la historia?


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