mardi 3 juin 2014

3 de Junio


CONCENTRACIÓN GUERRILLERA EN IZCUCHACA Y ATAQUE A LOS INVASORES CHILENOS EN MARCAVALLE 

Foto: CONCENTRACIÓN GUERRILLERA EN IZCUCHACA Y ATAQUE A LOS INVASORES CHILENOS EN MARCAVALLE 
El pueblito de Izcuchaca -relataría el viajero alemán Ernest Middendorf- debía su nombre al puente de piedra que por allí atravesaba el Mantaro (iscu: piedra calcárea y chaca: puente). En los años de la guerra con Chile tuvo una vital importancia estratégica, por ser el límite natural entre los departamentos de Junín y Huancavelica y porque fue el único paso seguro entre las dos orillas del río, pues los demás puentes eran colgantes, fabricados con cables de acero o sogas de sauce. 
Allí se encontraron en junio de 1882 dos mil guerrilleros de las comunidades altinas de Huancavelica, a la espera del general Cáceres que había partido de Huamanga con su ejército para desalojar a los invasores que ocupaban el valle del Mantaro.
Ignorando el inicio de esa contraofensiva, a principios de ese mes los chilenos incursionaron por la ruta de Izcuchaca, Chongos Alto, Potaca, Carguacayanca, Vilca y Huacha, saqueando y destruyendo esos pueblos para luego retornar a sus bases de Huancayo, Pucará y Marcavalle.
La respuesta patriota no se hizo esperar. Y en la madrugada del 3 de junio, un día como hoy hace 132 años, los guerrilleros de los contornos, armados de lanzas, hondas y flechas -a decir de la propia versión chilena- asomaron por las alturas que coronaban Marcavalle, lanzando ataque contra el batallón “Santiago” que allí acantonaba.
Pese a contar con mejor armamento, los invasores se vieron superados, solicitando de urgencia el socorro de las fuerzas que estaban de guarnición en Pucará. Desde esta localidad se movilizó entonces el batallón “5 de Línea”, ante cuya aparición los guerrilleros optaron por retirarse, tras cuatro horas de combate, tomando el sendero que conducía a Izcuchaca.
Cáceres estableció en Izcuchaca Cáceres una Comandancia de Fronteras, confiando su custodia, ese mismo 3 de junio, al coronel Tomás Patiño, prefecto de Huancavelica.
(Imagen: Puente de Izcuchaca. Grabado inserto en el tomo tercero de la obra "Perú", de Ernst Middendorf, Berlín, 1895).

 (Imagen: Puente de Izcuchaca. Grabado inserto en el tomo tercero de la obra "Perú", de Ernst Middendorf, Berlín, 1895).


El pueblito de Izcuchaca -relataría el viajero alemán Ernest Middendorf- debía su nombre al puente de piedra que por allí atravesaba el Mantaro (iscu: piedra calcárea y chaca: puente). En los años de la guerra con Chile tuvo una vital importancia estratégica, por ser el límite natural entre los departamentos de Junín y Huancavelica y porque fue el único paso seguro entre las dos orillas del río, pues los demás puentes eran colgantes, fabricados con cables de acero o sogas de sauce.
Allí se encontraron en junio de 1882 dos mil guerrilleros de las comunidades altinas de Huancavelica, a la espera del general Cáceres que había partido de Huamanga con su ejército para desalojar a los invasores que ocupaban el valle del Mantaro.
Ignorando el inicio de esa contraofensiva, a principios de ese mes los chilenos incursionaron por la ruta de Izcuchaca, Chongos Alto, Potaca, Carguacayanca, Vilca y Huacha, saqueando y destruyendo esos pueblos para luego retornar a sus bases de Huancayo, Pucará y Marcavalle.
La respuesta patriota no se hizo esperar. Y en la madrugada del 3 de junio, un día como hoy hace 132 años, los guerrilleros de los contornos, armados de lanzas, hondas y flechas -a decir de la propia versión chilena- asomaron por las alturas que coronaban Marcavalle, lanzando ataque contra el batallón “Santiago” que allí acantonaba.
Pese a contar con mejor armamento, los invasores se vieron superados, solicitando de urgencia el socorro de las fuerzas que estaban de guarnición en Pucará. Desde esta localidad se movilizó entonces el batallón “5 de Línea”, ante cuya aparición los guerrilleros optaron por retirarse, tras cuatro horas de combate, tomando el sendero que conducía a Izcuchaca.
Cáceres estableció en Izcuchaca Cáceres una Comandancia de Fronteras, confiando su custodia, ese mismo 3 de junio, al coronel Tomás Patiño, prefecto de Huancavelica.

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