jeudi 5 juin 2014

4 de Junio

UN REY NEGRO EN LAS AFUERAS DE LIMA

 Foto: UN REY NEGRO EN LAS AFUERAS DE LIMA
El 4 de junio de 1925, hace exactamente 89 años, vio la primera luz en Lima Nicomedes Santa Cruz. Poeta tradicionalista, vindicador de los afrodescendientes, esa fecha fue instituida como  “Día de la Cultura Afroperuana”, el año 2005. Y cuatro años después, en esa misma fecha, se inauguró el Museo Nacional Afroperuano. De la historia de los negros, uno de los tres principales grupos raciales componentes de la peruanidad, es muy poco lo que encontramos en los textos escolares, y de lo que menos se hace referencia es de sus luchas sociales, que ininterrumpidamente se dieron a lo largo de todo el período colonial e incluso instaurada ya la república. 

PALANGANAS Y CIMARRONES
Si bien se han escrito monografías de importancia, como las que en 1855 y 1862 publicaron Santiago Távara y Manuel de Mendiburu, respectivamente, es poco aún lo que se ha revelado acerca de sus luchas bajo el dominio colonial hispano-criollo, cuando las sangrientas represiones eran continuas, lo que fue consignado en el “Diario” de Suardo, una de las fuentes principales del siglo XVII. Fue entonces que se convirtió en un ritual obligar a las negras esclavas a que esperasen en las portadas de Lima las cabezas decapitadas de los líderes rebeldes, para ponerlas en bandejas y pasearlas por las calles, a efecto de imponer terror entre quienes quisiesen emularlos.
Pero cabe anotar que los negros en la colonia tuvieron grupos diferenciados. Primero estuvo el de los libres o libertos, que de alguna manera dejaron de ser esclavos para convertirse en pequeños propietarios, modestos comerciantes, artesanos, etc. Estaba luego el amplio sector de esclavos, en el que era posible diferenciar los domésticos de la ciudad, que vivían más o menos cómodamente (y que por ello recibieron el apodo de “negros palanganas”); y los braceros de las haciendas sometidos a severa explotación, de cuya miserable suerte dejó testimonio el ideólogo Lorenzo de Vidaurre, no sin un tinte racista. Finalmente estaban los negros cimarrones, vale decir los que habiendo fugado de las haciendas donde padecían esclavitud se trasladaban al monte, estableciendo efímeros palenques que fueron rápidamente destruidos por las autoridades coloniales. Quienes lograban escapar de la dura represión terminaban de salteadores de caminos, única vía que se les presentaba para sobrevivir.

UN REY NEGRO EN LIMA
Promediando el año 1546 el naciente virreinato peruano se hallaba convulsionado por la rebelión comandada por Gonzalo Pizarro. En esa coyuntura fue que se desarrollaron los primeros conatos de rebeldía negra en el Perú. Refieren las crónicas que doscientos negros esclavos fugaron de varias estancias cercanas a Lima y construyeron a cuatro leguas de la ciudad un palenque, donde se reclamaron libres, eligieron a un rey y hasta proyectaron el asalto de la capital. Movimiento de tal audacia podría parecer inverosímil, pero de él existen referencias en las versiones españolas, según las cuales los cimarrones -esclavos fugados y rebeldes- acopiaron en su palenque gran cantidad de armas ofensivas y defensivas. "Estaban muy fortificados en el cañaveral -escribió Pedro Gutiérrez de Santa Clara- y no tuvieron ningún recelo ni miedo a nadie".
Lorenzo Aldana, el capitán español que recuperó Lima para los realistas, al partir Gonzalo Pizarro para la sierra, organizó una expedición de guerra contra los cimarrones, confiando su dirección al capitán Juan Rodríguez Barba. Varios combates se libraron entonces y murieron allí muchos negros y su rey con ellos, pero Barba recibió también una mortal herida siendo muertos con él otros diez españoles. “A los que quedaron -concluye la crónica- los sacaron por otro paso a un llano raso, donde los acabaron de vencer y matar, porque ninguno de ellos se quiso dar a prisión”. Tal fue el glorioso epílogo de la primera rebelión de los esclavos negros en el Perú.
Por ese tiempo, en los alrededores de Trujillo se notaron también bandas de cimarrones que fueron terror de transeúntes y encomenderos. Pero de mayor importancia fue el grupo que plantó palenque en las afueras de Piura. Se afirma que sus integrantes llegaron a establecer "una verdadera población, con casas y campos". ¿Indica esto que proyectaron un desarrollo autónomo? Cabe sospecharlo, sobre todo si consideramos la probabilidad de que esos negros procediesen de Panamá, donde tales intentos se habían ya verificado. Se añade que los cimarrones de Piura constituyeron familias uniéndose a mujeres indias. Advertirían los españoles en el palenque la presencia de muchos niños, que con seguridad fueron zambos. Lógicamente, los blancos no consentirían la existencia de un enclave negro independiente; y el de Piura a la postre acabaría arrasado, con el aniquilamiento de sus defensores.

El 4 de junio de 1925, hace exactamente 89 años, vio la primera luz en Lima Nicomedes Santa Cruz. Poeta tradicionalista, vindicador de los afrodescendientes, esa fecha fue instituida como “Día de la Cultura Afroperuana”, el año 2005. Y cuatro años después, en esa misma fecha, se inauguró el Museo Nacional Afroperuano. De la historia de los negros, uno de los tres principales grupos raciales componentes de la peruanidad, es muy poco lo que encontramos en los textos escolares, y de lo que menos se hace referencia es de sus luchas sociales, que ininterrumpidamente se dieron a lo largo de todo el período colonial e incluso instaurada ya la república.

PALANGANAS Y CIMARRONES

Si bien se han escrito monografías de importancia, como las que en 1855 y 1862 publicaron Santiago Távara y Manuel de Mendiburu, respectivamente, es poco aún lo que se ha revelado acerca de sus luchas bajo el dominio colonial hispano-criollo, cuando las sangrientas represiones eran continuas, lo que fue consignado en el “Diario” de Suardo, una de las fuentes principales del siglo XVII. Fue entonces que se convirtió en un ritual obligar a las negras esclavas a que esperasen en las portadas de Lima las cabezas decapitadas de los líderes rebeldes, para ponerlas en bandejas y pasearlas por las calles, a efecto de imponer terror entre quienes quisiesen emularlos.
Pero cabe anotar que los negros en la colonia tuvieron grupos diferenciados. Primero estuvo el de los libres o libertos, que de alguna manera dejaron de ser esclavos para convertirse en pequeños propietarios, modestos comerciantes, artesanos, etc. Estaba luego el amplio sector de esclavos, en el que era posible diferenciar los domésticos de la ciudad, que vivían más o menos cómodamente (y que por ello recibieron el apodo de “negros palanganas”); y los braceros de las haciendas sometidos a severa explotación, de cuya miserable suerte dejó testimonio el ideólogo Lorenzo de Vidaurre, no sin un tinte racista. Finalmente estaban los negros cimarrones, vale decir los que habiendo fugado de las haciendas donde padecían esclavitud se trasladaban al monte, estableciendo efímeros palenques que fueron rápidamente destruidos por las autoridades coloniales. Quienes lograban escapar de la dura represión terminaban de salteadores de caminos, única vía que se les presentaba para sobrevivir.

UN REY NEGRO EN LIMA

Promediando el año 1546 el naciente virreinato peruano se hallaba convulsionado por la rebelión comandada por Gonzalo Pizarro. En esa coyuntura fue que se desarrollaron los primeros conatos de rebeldía negra en el Perú. Refieren las crónicas que doscientos negros esclavos fugaron de varias estancias cercanas a Lima y construyeron a cuatro leguas de la ciudad un palenque, donde se reclamaron libres, eligieron a un rey y hasta proyectaron el asalto de la capital. Movimiento de tal audacia podría parecer inverosímil, pero de él existen referencias en las versiones españolas, según las cuales los cimarrones -esclavos fugados y rebeldes- acopiaron en su palenque gran cantidad de armas ofensivas y defensivas. "Estaban muy fortificados en el cañaveral -escribió Pedro Gutiérrez de Santa Clara- y no tuvieron ningún recelo ni miedo a nadie".
Lorenzo Aldana, el capitán español que recuperó Lima para los realistas, al partir Gonzalo Pizarro para la sierra, organizó una expedición de guerra contra los cimarrones, confiando su dirección al capitán Juan Rodríguez Barba. Varios combates se libraron entonces y murieron allí muchos negros y su rey con ellos, pero Barba recibió también una mortal herida siendo muertos con él otros diez españoles. “A los que quedaron -concluye la crónica- los sacaron por otro paso a un llano raso, donde los acabaron de vencer y matar, porque ninguno de ellos se quiso dar a prisión”. Tal fue el glorioso epílogo de la primera rebelión de los esclavos negros en el Perú.
Por ese tiempo, en los alrededores de Trujillo se notaron también bandas de cimarrones que fueron terror de transeúntes y encomenderos. Pero de mayor importancia fue el grupo que plantó palenque en las afueras de Piura. Se afirma que sus integrantes llegaron a establecer "una verdadera población, con casas y campos". ¿Indica esto que proyectaron un desarrollo autónomo? Cabe sospecharlo, sobre todo si consideramos la probabilidad de que esos negros procediesen de Panamá, donde tales intentos se habían ya verificado. Se añade que los cimarrones de Piura constituyeron familias uniéndose a mujeres indias. Advertirían los españoles en el palenque la presencia de muchos niños, que con seguridad fueron zambos. Lógicamente, los blancos no consentirían la existencia de un enclave negro independiente; y el de Piura a la postre acabaría arrasado, con el aniquilamiento de sus defensores.
 

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