vendredi 6 juin 2014

6 de Junio

ARICA: LOS QUE VAN A MORIR, TE SALUDAN...

 ARICA: LOS QUE VAN A MORIR, TE SALUDAN...
Un día como hoy hace 134 años, con las primeras luces del 6 de junio de 1880, los vigías patriotas de la sitiada Arica dieron voz de alarma advirtiendo movimientos en la formación enemiga. Los chilenos, en efecto, se movilizaban, en plan de rancheamiento, esto es, para saquear las aldeas vecinas en busca de bastimentos. Y pasado el mediodía se reanudó el cañoneo sobre las defensas patriotas, desde el mar y desde tierra. El combate duró varias horas, con vivo fuego de artillería, correspondiendo el triunfo a los peruanos, pues varias de las naves chilenas recibieron graves impactos. “Estuvo a punto de suceder una catástrofe”, comentaría, por ejemplo el comandante del blindado “Cochrane”, que fue el más dañado. Los avances enemigos por tierra también fueron repelidos, terminando la lucha a las 4 y 30 de la tarde.

LOS DEFENSORES DE ARICA
Un total de 1,918 hombres y 19 cañones anticuados constituían la totalidad de las defensas de Arica, en vísperas  de la definitiva batalla. En el Morro existían dos cañones Parrot de 100; seis Voruz de 70 y un Vavaseur de 250. Integraban su guarnición 160 hombres, cuyos primeros jefes eran el capitán de navío Juan Guillermo Moore, el de corbeta Manuel I. Espinoza, el de artillería Cleto Martínez y el de guardias nacionales Adolfo King. Buena parte de esos efectivos habían pertenecido a la dotación de la “Independencia”, desgraciadamente perdida en el combate naval de Punta Gruesa (Iquique).
En el sector Este, mandado por el teniente coronel Medardo Cornejo, se apreciaban dos fortalezas, cuya dotación alcanzaba 81 hombres. En la denominada “Ciudadela” existían dos cañones Parrot de 100 y un Voruz de 70; tenía por jefe al sargento mayor Fermín Nacarino. Y la llamada propiamente “Este” reunía por toda defensa dos Voruz de 100, bajo la responsabilidad del sargento mayor Ismael Mesa. En el sector Norte se ubicaba la batería “San José” con dos Parrot de 150; y los fuertes “2 de Mayo” y “Santa Rosa”, cada uno con un Vavaseur de 250. Tenía 60 artilleros para su servicio y eran sus jefes el teniente coronel Juan R. Ayllón y los sargentos mayores Juan Martínez, Augusto Soto y Nicanor García.
En el mar, bajo la protección de las baterías del Norte, estaba el monitor “Manco Cápac”, con una tripulación de 150 hombres a las órdenes del capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino, incluida la dotación de la lancha torpedo “Alianza”, cuyo jefe era el teniente 2º Manuel Fernández Dávila. La capitanía del puerto quedó bajo la responsabilidad del capitán de fragata Eduardo Raygada.
La 8ª. División formó delante de las baterías del Norte, mirando al Este. Tenía por comandante general al coronel Alfonso Ugarte y por jefe del detall al coronel Mariano E. Bustamante. La integraban el batallón “Iquique”, de 310 hombres cuyos jefes eran el comandante Roque Sáenz Peña y los sargentos mayores Isidro Salazar, Lorenzo Infantas y Manuel Zevallos; y el batallón “Tarapacá”, de 219 efectivos, mandado por los tenientes coroneles Ramón Zavala y Benigno Cornejo y por el sargento mayor Gerónimo Salamanca.
La 7ª. División se apostó en el lado Este, mandada por el coronel José Joaquín Inclán, llevando por jefe del detall al comandante Ricardo O’Donovan. Bajo la “Ciudadela” se situó el batallón “Granaderos de Tacna”, con 273 efectivos, siendo sus jefes el coronel Justo Arias y Aragüez y los sargentos mayores Felipe Antonio de Zela, Tomás Chocano y Miguel Espinoza. A su derecha formó el batallón “Artesanos de Tacna”, de 380 hombres, jefaturado por el coronel Marcelino Varela, el teniente coronel Francisco Chocano y el sargento mayor Armando Blondel. Y, en el extremo, casi mirando al Sur, se situó el batallón “Cazadores de Piérola”, integrado por 235 hombres a las órdenes del teniente coronel Francisco Cornejo y del sargento mayor Genaro Herrera.
Para el servicio de avanzadas se destinaron a los 150 jinetes del escuadrón “Lluta”, jefaturado por el capitán Enrique Valdez. Encargado del parque quedó el capitán de corbeta Germán Paz; de la maestranza el sargento mayor José M. Prado y del hospital el sargento mayor Claudio Estrada.

PERUANOS, ARGENTINOS, BOLIVIANOS Y HASTA GRIEGOS
En honor a la verdad, ese contingente estaba formado casi en su totalidad por peruanos, principalmente procedentes de Moquegua, Tacna, Tacna, Tarapacá, Lima, El Callao y la misma Arica. Pero estaba allí representada también la hermana república de Argentina, en la figura del insigne patriota Roque Sáenz Peña. Y, como indica Edgar Oblitas Fernández, la hermana república de Bolivia aportó también un pequeño contingente, formado por gente humilde reclutada en el litoral perdido para integrar una división que nunca llegó a organizarse. Ellos, anónimos, se integraron a las tropas del coronel Inclán. Y, para abundar en detalle, hubo hasta griegos entre los defensores de Arica.
Fuera de lo citado, Arica tuvo para su defensa las famosas minas eléctricas cargadas de dinamita, que se plantaron en varios puntos estratégicos del campo y en la propia población, con la disposición de que, llegado el  momento, Arica perdida tendría que volar con todos sus defensores y asaltantes. En las baterías y trincheras también se colocaron minas eléctricas, todas unidas a una red que debería activarse desde un control maestro instalado en el Morro. Este dispositivo de defensa provocó el pavor entre los chilenos e incluso desertaron dos de sus jefes negándose a encabezar el ataque. Por desgracia, las minas no llegaron a estallar, por causas que a partir de entonces suscitaron enconados debates.

EL JEFE ENEMIGO: UN EXTERMINADOR DE LOS MAPUCHES
En el campo enemigo, entre tanto, se acordó tomar todas las precauciones a efecto de capturar Arica con el menor costo. Varias compañías fueron destacadas tras los restos aliados que se retiraron del Alto de la Alianza, para no tener peligro en la retaguardia; y satisfecha esa misión, aunque hasta el final se temió la aparición del famoso traidor Segundo Leiva, el ministro de guerra Vergara y el general en jefe Baquedano, dispusieron la expedición sobre Arica.
El coronel Pedro Lagos, feroz racista y cruel exterminador de los indígenas mapuches, fue escogido para dirigir el asalto. Y a sus órdenes se puso la división que había actuado de reserva en la batalla de Tacna, según la siguiente composición: Regimiento 3º de Línea (927 hombres); Regimiento 4º de Línea (886); Buin de Línea (904); Regimiento Lautaro (837); dos escuadrones del Regimiento Carabineros de Yungay (434); Regimiento Bulnes de Caballería (434); Cazadores a Caballo (237); tres baterías Krupp servidas por 142 hombres y otros 46 entre jefes y oficiales, haciendo un total de 4,847 efectivos.
A ellos cabe agregar un buen número de Zapadores, encargados de reparar la vía férrea, y las numerosas tripulaciones de los buques “Cochrane”, “Covadonga”, Magallanes” y “Loa”, que apoyarían desde el mar la operación terrestre. De modo que se destinaron para el asalto de Arica más de 6,000 hombres. Y, sumados éstos a los efectivos concentrados en Tacna, eran más de 20,000 chilenos que quedaban para definir la suerte de la guerra en el frente Sur, contra menos de 2,000 peruanos que se aprestaban a defender Arica hasta el último sacrificio.

SOLO QUEDABA LUCHAR Y MORIR CON HONOR
Por ello, tuvo razón el periodista Andrés Avelino Aramburú al anunciar en Lima que a los valientes de Bolognesi solo les quedaba luchar y morir con honra: “¡Quemaremos el último cartucho! ¡Viva el Perú! He aquí lo que han contestado esos mártires que no tienen más auxilio que su bravura. ¿Qué otra cosa que sucumbir tienen que esperar? Sitiados por mar y tierra, no hay más recurso que luchar y morir con honra. Y nada los arredra. Han visto su aislamiento y no se han anonadado. Al contrario, cobran bríos, desafían la superioridad del enemigo y se disponen a hacer el último esfuerzo. La patria admira el sacrificio… Nuestro estandarte es santo e inmaculado. ¡Que su sombra sostenga todos los instantes el espíritu de esos bravos!”.

Un día como hoy hace 134 años, con las primeras luces del 6 de junio de 1880, los vigías patriotas de la sitiada Arica dieron voz de alarma advirtiendo movimientos en la formación enemiga. Los chilenos, en efecto, se movilizaban, en plan de rancheamiento, esto es, para saquear las aldeas vecinas en busca de bastimentos. Y pasado el mediodía se reanudó el cañoneo sobre las defensas patriotas, desde el mar y desde tierra. El combate duró varias horas, con vivo fuego de artillería, correspondiendo el triunfo a los peruanos, pues varias de las naves chilenas recibieron graves impactos. “Estuvo a punto de suceder una catástrofe”, comentaría, por ejemplo el comandante del blindado “Cochrane”, que fue el más dañado. Los avances enemigos por tierra también fueron repelidos, terminando la lucha a las 4 y 30 de la tarde.

LOS DEFENSORES DE ARICA

Un total de 1,918 hombres y 19 cañones anticuados constituían la totalidad de las defensas de Arica, en vísperas de la definitiva batalla. En el Morro existían dos cañones Parrot de 100; seis Voruz de 70 y un Vavaseur de 250. Integraban su guarnición 160 hombres, cuyos primeros jefes eran el capitán de navío Juan Guillermo Moore, el de corbeta Manuel I. Espinoza, el de artillería Cleto Martínez y el de guardias nacionales Adolfo King. Buena parte de esos efectivos habían pertenecido a la dotación de la “Independencia”, desgraciadamente perdida en el combate naval de Punta Gruesa (Iquique).
En el sector Este, mandado por el teniente coronel Medardo Cornejo, se apreciaban dos fortalezas, cuya dotación alcanzaba 81 hombres. En la denominada “Ciudadela” existían dos cañones Parrot de 100 y un Voruz de 70; tenía por jefe al sargento mayor Fermín Nacarino. Y la llamada propiamente “Este” reunía por toda defensa dos Voruz de 100, bajo la responsabilidad del sargento mayor Ismael Mesa. En el sector Norte se ubicaba la batería “San José” con dos Parrot de 150; y los fuertes “2 de Mayo” y “Santa Rosa”, cada uno con un Vavaseur de 250. Tenía 60 artilleros para su servicio y eran sus jefes el teniente coronel Juan R. Ayllón y los sargentos mayores Juan Martínez, Augusto Soto y Nicanor García.
En el mar, bajo la protección de las baterías del Norte, estaba el monitor “Manco Cápac”, con una tripulación de 150 hombres a las órdenes del capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino, incluida la dotación de la lancha torpedo “Alianza”, cuyo jefe era el teniente 2º Manuel Fernández Dávila. La capitanía del puerto quedó bajo la responsabilidad del capitán de fragata Eduardo Raygada.
La 8ª. División formó delante de las baterías del Norte, mirando al Este. Tenía por comandante general al coronel Alfonso Ugarte y por jefe del detall al coronel Mariano E. Bustamante. La integraban el batallón “Iquique”, de 310 hombres cuyos jefes eran el comandante Roque Sáenz Peña y los sargentos mayores Isidro Salazar, Lorenzo Infantas y Manuel Zevallos; y el batallón “Tarapacá”, de 219 efectivos, mandado por los tenientes coroneles Ramón Zavala y Benigno Cornejo y por el sargento mayor Gerónimo Salamanca.
La 7ª. División se apostó en el lado Este, mandada por el coronel José Joaquín Inclán, llevando por jefe del detall al comandante Ricardo O’Donovan. Bajo la “Ciudadela” se situó el batallón “Granaderos de Tacna”, con 273 efectivos, siendo sus jefes el coronel Justo Arias y Aragüez y los sargentos mayores Felipe Antonio de Zela, Tomás Chocano y Miguel Espinoza. A su derecha formó el batallón “Artesanos de Tacna”, de 380 hombres, jefaturado por el coronel Marcelino Varela, el teniente coronel Francisco Chocano y el sargento mayor Armando Blondel. Y, en el extremo, casi mirando al Sur, se situó el batallón “Cazadores de Piérola”, integrado por 235 hombres a las órdenes del teniente coronel Francisco Cornejo y del sargento mayor Genaro Herrera.
Para el servicio de avanzadas se destinaron a los 150 jinetes del escuadrón “Lluta”, jefaturado por el capitán Enrique Valdez. Encargado del parque quedó el capitán de corbeta Germán Paz; de la maestranza el sargento mayor José M. Prado y del hospital el sargento mayor Claudio Estrada.

PERUANOS, ARGENTINOS, BOLIVIANOS Y HASTA GRIEGOS

En honor a la verdad, ese contingente estaba formado casi en su totalidad por peruanos, principalmente procedentes de Moquegua, Tacna, Tacna, Tarapacá, Lima, El Callao y la misma Arica. Pero estaba allí representada también la hermana república de Argentina, en la figura del insigne patriota Roque Sáenz Peña. Y, como indica Edgar Oblitas Fernández, la hermana república de Bolivia aportó también un pequeño contingente, formado por gente humilde reclutada en el litoral perdido para integrar una división que nunca llegó a organizarse. Ellos, anónimos, se integraron a las tropas del coronel Inclán. Y, para abundar en detalle, hubo hasta griegos entre los defensores de Arica.
Fuera de lo citado, Arica tuvo para su defensa las famosas minas eléctricas cargadas de dinamita, que se plantaron en varios puntos estratégicos del campo y en la propia población, con la disposición de que, llegado el momento, Arica perdida tendría que volar con todos sus defensores y asaltantes. En las baterías y trincheras también se colocaron minas eléctricas, todas unidas a una red que debería activarse desde un control maestro instalado en el Morro. Este dispositivo de defensa provocó el pavor entre los chilenos e incluso desertaron dos de sus jefes negándose a encabezar el ataque. Por desgracia, las minas no llegaron a estallar, por causas que a partir de entonces suscitaron enconados debates.

EL JEFE ENEMIGO: UN EXTERMINADOR DE LOS MAPUCHES

En el campo enemigo, entre tanto, se acordó tomar todas las precauciones a efecto de capturar Arica con el menor costo. Varias compañías fueron destacadas tras los restos aliados que se retiraron del Alto de la Alianza, para no tener peligro en la retaguardia; y satisfecha esa misión, aunque hasta el final se temió la aparición del famoso traidor Segundo Leiva, el ministro de guerra Vergara y el general en jefe Baquedano, dispusieron la expedición sobre Arica.
El coronel Pedro Lagos, feroz racista y cruel exterminador de los indígenas mapuches, fue escogido para dirigir el asalto. Y a sus órdenes se puso la división que había actuado de reserva en la batalla de Tacna, según la siguiente composición: Regimiento 3º de Línea (927 hombres); Regimiento 4º de Línea (886); Buin de Línea (904); Regimiento Lautaro (837); dos escuadrones del Regimiento Carabineros de Yungay (434); Regimiento Bulnes de Caballería (434); Cazadores a Caballo (237); tres baterías Krupp servidas por 142 hombres y otros 46 entre jefes y oficiales, haciendo un total de 4,847 efectivos.
A ellos cabe agregar un buen número de Zapadores, encargados de reparar la vía férrea, y las numerosas tripulaciones de los buques “Cochrane”, “Covadonga”, Magallanes” y “Loa”, que apoyarían desde el mar la operación terrestre. De modo que se destinaron para el asalto de Arica más de 6,000 hombres. Y, sumados éstos a los efectivos concentrados en Tacna, eran más de 20,000 chilenos que quedaban para definir la suerte de la guerra en el frente Sur, contra menos de 2,000 peruanos que se aprestaban a defender Arica hasta el último sacrificio.

SOLO QUEDABA LUCHAR Y MORIR CON HONOR

Por ello, tuvo razón el periodista Andrés Avelino Aramburú al anunciar en Lima que a los valientes de Bolognesi solo les quedaba luchar y morir con honra: “¡Quemaremos el último cartucho! ¡Viva el Perú! He aquí lo que han contestado esos mártires que no tienen más auxilio que su bravura. ¿Qué otra cosa que sucumbir tienen que esperar? Sitiados por mar y tierra, no hay más recurso que luchar y morir con honra. Y nada los arredra. Han visto su aislamiento y no se han anonadado. Al contrario, cobran bríos, desafían la superioridad del enemigo y se disponen a hacer el último esfuerzo. La patria admira el sacrificio… Nuestro estandarte es santo e inmaculado. ¡Que su sombra sostenga todos los instantes el espíritu de esos bravos!”.

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