lundi 9 juin 2014

9 de Junio

RESISTENCIA EN LA TIERRA DE LOS TALLANES. LA RUTA DE LOS INVASORES CONVERTIDA EN UN REGUERO DE SANGRE. TRECE CURACAS SON QUEMADOS VIVOS A ORILLAS DEL RÍO DE LA CHIRA.

 RESISTENCIA EN LA TIERRA DE LOS TALLANES. LA RUTA DE LOS INVASORES CONVERTIDA EN UN REGUERO DE SANGRE. TRECE CURACAS SON QUEMADOS VIVOS A ORILLAS DEL RÍO DE LA CHIRA.
La resistencia de los pueblos indígenas a la invasión española se dio desde el momento mismo del desembarco de la hueste de Francisco Pizarro en suelo tumbesino. Bien es cierto que entonces se plegaron a los invasores varios grupos nativos, principalmente los señores locales que buscaron esa alianza creyendo que así derrotarían a los Incas y recuperarían la autonomía local de otrora. Pero igualmente cierto, y más importante, es el hecho que hubo otros sectores que desde un principio comprendieron que la presencia española habría de ser para las poblaciones nativas mucho más trágica que lo que había sido la dominación incaica. Y por ello la combatieron tenazmente, no obstante ser nulas las posibilidades de triunfo. Es probable que esa resistencia fuese alentada por Atahuallpa desde Cajamarca. En consecuencia, la ruta de los invasores se convirtió en un reguero de sangre.

COMBATES EN LAS AFUERAS DE POECHOS
Por estos días de junio de 1532, varios curacas Tallanes se presentaron en Poechos, ofreciendo alianza al astuto jefe invasor, que los recibió como “vasallos de sus majestades”, reclamándoles a cambio indios e indias para todo servicio, amén de bastimentos, instaurando así, rápidamente, nueva servidumbre y nuevo tributo.
Pero otro grupo de Tallanes había dejado Poechos poco antes de la llegada de los invasores, disponiéndose a resistir en las afueras. Y cuentas las propias crónicas españolas que entonces se libraron cruentos combates, con muerte de muchos heroicos defensores del suelo piurano. Pese a la derrota, esos patriotas iban a continuar la resistencia, marchando hacia la tierra de los curacas de La Chira y Amotape, que a diferencia de los curacas de Poechos, combatirían a los invasores.
Pizarro se estacionó cerca de Poechos y desde allí despachó partidas de reconocimiento a los alrededores. Una de ellas “halló pronto buen puerto, a la costa de la mar”.  Era Paita, lugar al que llegaron siguiendo el río hasta su desembocadura en el mar.

COMBATES EN LA SIERRA PIURANA
Pero otra partida, comandada por Hernando Pizarro, descubrió al norte de Poechos nuevos focos Tallanes de resistencia. En efecto, Cango e Icotu, principales curacas de la sierra inmediata, río arriba, decidieron presentar combate a los españoles. Estos llegaron a proponerles alianza, a lo cual Cango e Icotu respondieron que “no querían venir de paces ni les placía la vecindad de los cristianos”. Hernando no se atrevió a atacarlos, sino que volvió a Poechos con la noticia; y entonces salió el propio Francisco Pizarro en campaña, con un centenar de españoles y crecido número de auxiliares nativos.
La lucha fue breve, aunque sangrienta, pues los de la resistencia vendieron caras sus vidas y antes que huir prefirieron morir combatiendo. Pese a la masacre no cejó la resistencia y los sobrevivientes se replegaron anunciando que la lucha continuaba. Pero poco después, ante la amenaza de destrucción completa de sus pueblos, los curacas acordaron que era preferible optar por una paz fingida. Y marcharon a entrevistarse con Pizarro, quien sin abrigar el mayor recelo, pese a su conocida astucia, les ordenó volver a sus pueblos para sosegarlos. Cango e Icotu así lo prometieron y el caudillo español creyó pacificada aquella provincia. Se equivocaba, pues otros curacas Tallanes, los de La Chira y Amotape, se aprestaban a presentarle resistencia.

TRECE CURACAS SON QUEMADOS VIVOS
En efecto, los Tallanes de La Chira y Tangarará acordaron oponerse con las armas a los invasores españoles establecidos en Poechos y Paita. A este puerto había llegado Pizarro cogiendo prisioneros en el camino, los que sometidos a crueles tormentos confesaron que se alistaba la resistencia. Además del curaca de La Chira, el de Amotape alistaba también a sus huestes, y según relato de Pedro Pizarro “se halló por cierto querer matar a los españoles y haberse juntado para ello”.
La inmediata reacción española tomó de sorpresa a los patriotas, muchos de los cuales cayeron prisioneros. Se les sometió también a salvajes torturas “a consecuencia de las cuales confesaron su delito”. Delito llamaron las crónicas españolas a la noble causa de luchar en defensa de su territorio y cultura. Nada pudieron alegar los Tallanes en su defensa y sin más, fueron condenados a muerte. 
Una imponente pira ardió a orillas del río  de La Chira, consumiéndose en ella trece curacas, según anotación de Pedro Pizarro. Su sanguinario primo sólo perdonó la vida al curaca de La Chira, buscando ganárselo como aliado, aunque bajo amenaza de quitarle la vida “en la primera ruindad que le tomase”. Ese curaca fue encargado de administrar, en representación de los nuevos señores, el tributo y servidumbre de su pueblo y el de Amotape.
Descabezada la resistencia, muertos sus principales jefes, la mayoría de los Tallanes patriotas optó por internarse en las serranías, en tanto que grupos menores prefirieron plegarse a los invasores, “sirviéndoles por temor”, conforme acotara Fernández de Oviedo.
Ningún apoyo envió Atahuallpa a los grupos indígenas que resistieron en la costa. Puede decirse que la lucha que presentaron a los invasores los pueblos Tumbesinos y Tallanes fue absolutamente de carácter local, sin participación alguna de las tropas del Inca, que persistía en ignorar la guerra que el imperio colonial español le había declarado.
(Imagen: Guaman Poma denuncia al genocida que hace poco ha sido citado como "primer defensor de los indios" por un político de marras).

(Imagen: Guaman Poma denuncia al genocida que hace poco ha sido citado como "primer defensor de los indios" por un político de marras).
 
La resistencia de los pueblos indígenas a la invasión española se dio desde el momento mismo del desembarco de la hueste de Francisco Pizarro en suelo tumbesino. Bien es cierto que entonces se plegaron a los invasores varios grupos nativos, principalmente los señores locales que buscaron esa alianza creyendo que así derrotarían a los Incas y recuperarían la autonomía local de otrora. Pero igualmente cierto, y más importante, es el hecho que hubo otros sectores que desde un principio comprendieron que la presencia española habría de ser para las poblaciones nativas mucho más trágica que lo que había sido la dominación incaica. Y por ello la combatieron tenazmente, no obstante ser nulas las posibilidades de triunfo. Es probable que esa resistencia fuese alentada por Atahuallpa desde Cajamarca. En consecuencia, la ruta de los invasores se convirtió en un reguero de sangre.
 
COMBATES EN LAS AFUERAS DE POECHOS

Por estos días de junio de 1532, varios curacas Tallanes se presentaron en Poechos, ofreciendo alianza al astuto jefe invasor, que los recibió como “vasallos de sus majestades”, reclamándoles a cambio indios e indias para todo servicio, amén de bastimentos, instaurando así, rápidamente, nueva servidumbre y nuevo tributo.
Pero otro grupo de Tallanes había dejado Poechos poco antes de la llegada de los invasores, disponiéndose a resistir en las afueras. Y cuentas las propias crónicas españolas que entonces se libraron cruentos combates, con muerte de muchos heroicos defensores del suelo piurano. Pese a la derrota, esos patriotas iban a continuar la resistencia, marchando hacia la tierra de los curacas de La Chira y Amotape, que a diferencia de los curacas de Poechos, combatirían a los invasores.
Pizarro se estacionó cerca de Poechos y desde allí despachó partidas de reconocimiento a los alrededores. Una de ellas “halló pronto buen puerto, a la costa de la mar”. Era Paita, lugar al que llegaron siguiendo el río hasta su desembocadura en el mar.

COMBATES EN LA SIERRA PIURANA

Pero otra partida, comandada por Hernando Pizarro, descubrió al norte de Poechos nuevos focos Tallanes de resistencia. En efecto, Cango e Icotu, principales curacas de la sierra inmediata, río arriba, decidieron presentar combate a los españoles. Estos llegaron a proponerles alianza, a lo cual Cango e Icotu respondieron que “no querían venir de paces ni les placía la vecindad de los cristianos”. Hernando no se atrevió a atacarlos, sino que volvió a Poechos con la noticia; y entonces salió el propio Francisco Pizarro en campaña, con un centenar de españoles y crecido número de auxiliares nativos.
La lucha fue breve, aunque sangrienta, pues los de la resistencia vendieron caras sus vidas y antes que huir prefirieron morir combatiendo. Pese a la masacre no cejó la resistencia y los sobrevivientes se replegaron anunciando que la lucha continuaba. Pero poco después, ante la amenaza de destrucción completa de sus pueblos, los curacas acordaron que era preferible optar por una paz fingida. Y marcharon a entrevistarse con Pizarro, quien sin abrigar el mayor recelo, pese a su conocida astucia, les ordenó volver a sus pueblos para sosegarlos. Cango e Icotu así lo prometieron y el caudillo español creyó pacificada aquella provincia. Se equivocaba, pues otros curacas Tallanes, los de La Chira y Amotape, se aprestaban a presentarle resistencia.

TRECE CURACAS SON QUEMADOS VIVOS

En efecto, los Tallanes de La Chira y Tangarará acordaron oponerse con las armas a los invasores españoles establecidos en Poechos y Paita. A este puerto había llegado Pizarro cogiendo prisioneros en el camino, los que sometidos a crueles tormentos confesaron que se alistaba la resistencia. Además del curaca de La Chira, el de Amotape alistaba también a sus huestes, y según relato de Pedro Pizarro “se halló por cierto querer matar a los españoles y haberse juntado para ello”.
La inmediata reacción española tomó de sorpresa a los patriotas, muchos de los cuales cayeron prisioneros. Se les sometió también a salvajes torturas “a consecuencia de las cuales confesaron su delito”. Delito llamaron las crónicas españolas a la noble causa de luchar en defensa de su territorio y cultura. Nada pudieron alegar los Tallanes en su defensa y sin más, fueron condenados a muerte.
Una imponente pira ardió a orillas del río de La Chira, consumiéndose en ella trece curacas, según anotación de Pedro Pizarro. Su sanguinario primo sólo perdonó la vida al curaca de La Chira, buscando ganárselo como aliado, aunque bajo amenaza de quitarle la vida “en la primera ruindad que le tomase”. Ese curaca fue encargado de administrar, en representación de los nuevos señores, el tributo y servidumbre de su pueblo y el de Amotape.
Descabezada la resistencia, muertos sus principales jefes, la mayoría de los Tallanes patriotas optó por internarse en las serranías, en tanto que grupos menores prefirieron plegarse a los invasores, “sirviéndoles por temor”, conforme acotara Fernández de Oviedo.
Ningún apoyo envió Atahuallpa a los grupos indígenas que resistieron en la costa. Puede decirse que la lucha que presentaron a los invasores los pueblos Tumbesinos y Tallanes fue absolutamente de carácter local, sin participación alguna de las tropas del Inca, que persistía en ignorar la guerra que el imperio colonial español le había declarado.

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