samedi 21 juin 2014

21 de Junio

“¡VIVA EL PERÚ Y MUERA CHILE!” EL GRITO DE GUERRA DEL ZAMBO GUTIÉRREZ

 “¡VIVA EL PERÚ Y MUERA CHILE!” EL GRITO DE GUERRA DEL ZAMBO GUTIÉRREZ
Varios documentos prueban que los guerrilleros de la provincia de Cañete coordinaron acciones con el ejército de Cáceres y que en los días previos a la ofensiva de julio de 1882 no solo se enfrentaron a las guarniciones chilenas instaladas en esa región, sino también a los hacendados que habían hecho causa común con el enemigo. Esa traición provocó la repulsa del jefe guerrillero sargento mayor José Gutiérrez, que un día como hoy hace 132 años, el 21 de junio de 1882, hizo público el importante documento que aquí reproducimos:
REPÚBLICA PERUANA
Bando.-
El ciudadano José Gutiérrez, Sargento Mayor del Ejército peruano, con orden suficiente del benemérito señor General Cáceres, atendiendo a las desgracias que pudiera dar por resultado la orden de mi comisión, que en vista de ésta, se publique a los padres y madres de familia, tengan la honra de retirar a sus familias con el término de 24 horas facilitándoles la emigración como peruanos;
Por lo tanto, si no cumplen lo ordenado me hallaré obligado a incendiar la población como traidores a la patria.
¡VIVA EL PERÚ Y MUERA CHILE!, que en Huancayo se encuentran definidos.
Pacarán, Junio 21 de 1882.- 
JOSÉ GUTIÉRREZ.- F. SÁNCHEZ.
El documento fue publicado por el publicista chileno Pascual Ahumada Moreno, en el tomo VII de su “Recopilación Documental” (Valparaíso, 1890). Repetimos que prueba fehacientemente que Cáceres había destacado oficiales del ejército para comandar a las guerrillas del Sur Chico, entre los que figuraron el comandante Julio S. Salcedo, los sargentos mayores José Gutiérrez y N. Flores, los capitanes Adolfo C. Cisneros, Gutiérrez Pacheco, Juan Contreras, Valentín Toscano, Huapaya, Pachas y Durán, y los tenientes Ventura García y José del Carmen Jiménez.
Esas guerrillas estaban en vías de formar una división, y se disciplinaban militarmente, pero carecían de armamento aunque montaban buena cantidad de caballos. En algunas oportunidades acudieron a combatir armados los menos con fusiles y los más con lanzas u otras armas primitivas, como ocurría en la sierra central. El enemigo reconoció en ellos audacia y valentía, pues no pocas veces empeñaron lucha cuerpo a cuerpo hasta morir.
Los jefes patriotas de Cañete no descartaban la posibilidad de que el general Cáceres intentara un ataque a Lima bajando por Lunahuaná. Ello los alentaría a mantener en constante zozobra a las guarniciones enemigas, combatiéndolas con ataques sorpresivos, y por ello los chilenos hablaron de una “guerra de emboscadas”.
Los guerrilleros ejercieron el control de gran parte de la provincia, movilizándose por las haciendas siempre que la situación lo requería. Contaban para ello con el apoyo de la población campesina y llegaron a infundir gran temor entre los hacendados colaboracionistas. Algunos de éstos, corrigiendo su actitud primera, terminaron negándose a pagar los cupos exigidos por los chilenos, quienes en represalia destruyeron sus fundos.
Los guerrilleros cortaron el suministro de agua a los hacendados chilenófilos, saboteando de esa manera una producción que en nada beneficiaba a la resistencia. De allí que esos propietarios exigieran a los chilenos mayor severidad en la represión de los patriotas, a fin de lograr el “orden” que se ajustaba a sus conveniencias particulares.
En julio de ese año, el alto mando chileno en Lima ordenaría la movilización de un grueso contingente de tropas para aniquilar a las guerrillas del Sur Chico y el jefe de esa división, teniente coronel Manuel José Jarpa, se fijaría como objetivo principal acabar con el sargento mayor José Gutiérrez, a quien describió como “un zambo terrible que era jefe de las montoneras de Lunahuaná”.
(Imagen: Zambo, soldado de caballería. En "Lima", de Manuel Atanasio Fuentes, París, 1866).

 (Imagen: Zambo, soldado de caballería. En "Lima", de Manuel Atanasio Fuentes, París, 1866).

Varios documentos prueban que los guerrilleros de la provincia de Cañete coordinaron acciones con el ejército de Cáceres y que en los días previos a la ofensiva de julio de 1882 no solo se enfrentaron a las guarniciones chilenas instaladas en esa región, sino también a los hacendados que habían hecho causa común con el enemigo. Esa traición provocó la repulsa del jefe guerrillero sargento mayor José Gutiérrez, que un día como hoy hace 132 años, el 21 de junio de 1882, hizo público el importante documento que aquí reproducimos:

REPÚBLICA PERUANA
Bando.-
El ciudadano José Gutiérrez, Sargento Mayor del Ejército peruano, con orden suficiente del benemérito señor General Cáceres, atendiendo a las desgracias que pudiera dar por resultado la orden de mi comisión, que en vista de ésta, se publique a los padres y madres de familia, tengan la honra de retirar a sus familias con el término de 24 horas facilitándoles la emigración como peruanos;
Por lo tanto, si no cumplen lo ordenado me hallaré obligado a incendiar la población como traidores a la patria.
¡VIVA EL PERÚ Y MUERA CHILE!, que en Huancayo se encuentran definidos.
Pacarán, Junio 21 de 1882.-
JOSÉ GUTIÉRREZ.- F. SÁNCHEZ.

El documento fue publicado por el publicista chileno Pascual Ahumada Moreno, en el tomo VII de su “Recopilación Documental” (Valparaíso, 1890). Repetimos que prueba fehacientemente que Cáceres había destacado oficiales del ejército para comandar a las guerrillas del Sur Chico, entre los que figuraron el comandante Julio S. Salcedo, los sargentos mayores José Gutiérrez y N. Flores, los capitanes Adolfo C. Cisneros, Gutiérrez Pacheco, Juan Contreras, Valentín Toscano, Huapaya, Pachas y Durán, y los tenientes Ventura García y José del Carmen Jiménez.
Esas guerrillas estaban en vías de formar una división, y se disciplinaban militarmente, pero carecían de armamento aunque montaban buena cantidad de caballos. En algunas oportunidades acudieron a combatir armados los menos con fusiles y los más con lanzas u otras armas primitivas, como ocurría en la sierra central. El enemigo reconoció en ellos audacia y valentía, pues no pocas veces empeñaron lucha cuerpo a cuerpo hasta morir.
Los jefes patriotas de Cañete no descartaban la posibilidad de que el general Cáceres intentara un ataque a Lima bajando por Lunahuaná. Ello los alentaría a mantener en constante zozobra a las guarniciones enemigas, combatiéndolas con ataques sorpresivos, y por ello los chilenos hablaron de una “guerra de emboscadas”.
Los guerrilleros ejercieron el control de gran parte de la provincia, movilizándose por las haciendas siempre que la situación lo requería. Contaban para ello con el apoyo de la población campesina y llegaron a infundir gran temor entre los hacendados colaboracionistas. Algunos de éstos, corrigiendo su actitud primera, terminaron negándose a pagar los cupos exigidos por los chilenos, quienes en represalia destruyeron sus fundos.
Los guerrilleros cortaron el suministro de agua a los hacendados chilenófilos, saboteando de esa manera una producción que en nada beneficiaba a la resistencia. De allí que esos propietarios exigieran a los chilenos mayor severidad en la represión de los patriotas, a fin de lograr el “orden” que se ajustaba a sus conveniencias particulares.
En julio de ese año, el alto mando chileno en Lima ordenaría la movilización de un grueso contingente de tropas para aniquilar a las guerrillas del Sur Chico y el jefe de esa división, teniente coronel Manuel José Jarpa, se fijaría como objetivo principal acabar con el sargento mayor José Gutiérrez, a quien describió como “un zambo terrible que era jefe de las montoneras de Lunahuaná”.

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